Páginas,quinto,sexto,septimo

viernes, 8 de junio de 2012

El monólogo dramático

En dramaturgia, el monólogo, o escena unipersonal es una forma de diálogo en el género dramático en el cual una persona reflexiona en voz alta haciendo ver sus pensamientos, ideas y emociones al público. Constituye la parte de una pieza dramática que sirve para caracterizar a los personajes y por tanto posee un gran valor psicológico en tanto que es una herramienta o forma de instrospeccion. En ese sentido, son famosos los monólogos de las obras de shakespeare, por ejemplo el que encontramos en Hamlet que empieza con la famosa frase de «Ser o no ser». El monólogo puede encubrir un diálogo que efectúa un personaje consigo mismo (que también seria un soliloquio) o con un ser inanimado o desprovisto de razón. De esa forma el personaje proyecta sus emociones fuera de sí. El monólogo, en el teatro del siglo de oro español, solía encomendarse a los soneto o a las decimas y así, en comedias donde existe un gran juego de caracteres, aparecen muchos sonetos (el ejemplo característico sería El perro del hortelano de lope de vega). Es muy importante no confundir con el soliloquio el cual, al igual que el monólogo, el personaje habla con él mismo pero esta vez no le importa realmente la comunicación con el público.

monologo uno: 

http://www.rjgeib.com/thoughts/barca/barca.html

monologo dos: 

Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Morir, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne… Es un final piadosamente deseable. Morir, dormir, dormir… quizá soñar. Ahí está la dificultad. Ya que en ese sueño de muerte, los sueños que pueden venir cuando nos hayamos despojado de la confusión de esta vida mortal, nos hace frenar el impulso. Ahí está el respeto que hace de tan larga vida una calamidad. Pues quien soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, la injusticia del opresor, el desprecio del orgulloso, el dolor penetrante de un amor despreciado, la tardanza de la ley, la insolencia del poder, y los insultos que el mérito paciente recibe del indigno cuando él mismo podría desquitarse de ellos con un puñal. Quejarse y sudar bajo una vida cansada, por el temor a algo después de la muerte – El país sin descubrir de cuya frontera ningún viajero vuelve- aturde la voluntad y nos hace soportar los males que sentimos en vez de volar a otros que desconocemos. La conciencia nos hace cobardes a todos. Y así el nativo color de la resolución enferma por el hechizo pálido del pensamiento y empresas de gran importancia y peso con lo que a esto se refiere, sus corrientes se desbordan y pierden el nombre de acción. (shakespeare)

monologo tres: 

Muerte no seas mujer


Estás dormida a dos metros de mí.

En lugar de escribir me pongo a mirarte.

¡No hay nada que decir!

El silencio de una rosa en la noche da más testimonio de Dios que la teología, y tal vez tenga el secreto que la belleza de la palabra no puede nombrar.

Entonces me callo y te contemplo porque toda sabiduría es callada, y el éxtasis es superior al conocimiento. Y a lo mejor es verdad que la vida no es sino un cuento narrado por un idiota, como dijo Shakespeare.

Dudo ahora que exista una belleza superior a verte ahí, como una tentación, con los ojos cerrados, olvidando el mundo y olvidada de él, siendo yo el único ser y tu único testigo ante la vida y el tiempo.

Tu sueño te aleja de mí, pero yo te poseo más plenamente. No estás en mis brazos, pero tampoco estás en el tiempo, y es en ese rincón de la eternidad donde me reúno contigo, en una esencia tan total que nada puede separarnos: ni la pasión, ni los días, ni el recuerdo, ni el nocturno canto del búho, ni el horrible despertador de las 5 de la mañana.

Aunque quise despertarte para sentir la voluptuosidad de tus besos, de tus uñas que me confunden con una guitarra, ese placer insólito de ver animarse por el ardor de tu cuerpo toda mi materia espiritual adormecida por el razonamiento, elegí tu respiración inocente que te unía más a mí que las palabras, tus viles palabras que nos hablan del paso a la vida, y de que todo tiene un comienzo y un fin. (Gonzalo Arango)

RECUERDA QUE PARA LA PRESENTACION DEL MONOLOGO EL PROXIMO JUEVES PUEDES UTILIZAR TODOS LOS ELEMENTOS EXTERNOS QUE HEMOS ANALIZADO EN CLASE...

domingo, 11 de marzo de 2012

grado séptimo


la Creación del Mundo                                           
Cuando era de noche y antes de que hubiera nada, estaba la luz metida dentro de algo grande, que era un ser omnipotente: Chiminigagua. Este ser luminoso comenzó a amanecer y a mostrar la luz que en sí guardaba. Procedió luego a crear cosas, empezando por unas grandes aves negras, que mandó por todo el mundo para que echara aire resplandeciente por los picos, por lo cual el orbe quedó iluminado.Chiminigagua, el señor de todas las cosas, el Ser Bueno, creó también el sol, la luna y todo lo que forma la belleza del universo.
el origen de los muiscas
 En una época no había nada sobre la tierra. La primera que la habitó fue una mujer joven y fuerte que salió de la laguna de Iguaque por entre la niebla helada y el viento sonoro del páramo. Se llamaba Bachué y llevaba de la mano a un niño de tres años. Ambos bajaron al valle y construyeron una casa donde vivieron hasta que el niño creció y pudo casarse con Bachué. Tuvieron muchos hijos (a veces Bachué tenía cuatro o seis a la vez), con lo que comenzó a poblarse el territorio muisca. Bachué le enseño a cultivar la tierra y a adorar los dioses. Después de muchos años, Bachué y su esposo, ya viejos, regresaron a la laguna de Iguaque donde se despidieron de la multitud que, llorando, los veía partir. De repente los ancianos se transformaron en don inmensas serpientes y desaparecieron bajo las aguas tranquilas de la laguna. Bachué se convirtió en la diosa de la fertilidad, la que hacía que la tierra diera frutos y las familias tuvieran muchos hijos
Generalmente a través de la tradición oral capitalina han surgido diferentes rumores que se quedaron en las calles y que aún deambulan de boca en boca.
Una de ellas es la de una religiosa que en 1992 abordó un taxi cerca al Cementerio Central a altas horas de la noche y que en el trayecto conversaba plácidamente con el conductor relatando que la selección Colombia clasificaría al mundial USA 94. Llegaron al sitio de destino, una funeraria, la monja pidió al taxista que la esperara mientras bajaba el dinero. En vista de la demora el hombre decidió ingresar, preguntó por la monja y la gran sorpresa fue ver que ella era la difunta.
Otra es la de una mujer que en compañía de su esposo transitaba por la avenida circunvalar, el vehículo se varó y el hombre salió en busca de ayuda, pasaron varias horas y la mujer escondida en el auto escuchó un ruido espeluznante. No salió hasta la mañana siguiente, se bajó y vio que un hombre muerto, su esposo, fue quien rasguñó desesperadamente.
Un joven se encontró con una mujer en un bar, la conquistó, pasó la noche con ella, le prestó su chaqueta y luego decidió visitarla. Cuando asistió al lugar le informaron que la joven murió hace algún tiempo, visitó su tumba y ahí encontró su chaqueta.

jueves, 1 de marzo de 2012

GRADO NOVENO


POR FAVOR LEER EL SIGUIENTE TEXTO,

realiza el siguiente taller.


 

 

OBJETIVOS



·         Reconocer Las Estructuras Internas Que Contiene el cuento de Horacio quiroga ’’La gallina degollada’’.
·         Analizar la obra teniendo en cuenta los conocimientos previos del educando, asociados a la temática del cuento.



PRIMER MOMENTO: Prelectura.

1.       Has una breve hipótesis frente al titulo de la obra que vas ha empezar ha leer.



SEGUNDO MOMENTO: Lectura

Plantea un  problema social actual y busca una posible solución desde la lectura de la obra.


1.       Responde las siguientes preguntas relacionadas con el cuento.



·         ¿ Que palabras son claves para la conformación de la familia y por que... explícalas.

·         Establece los cambios existentes entre los diferentes personajes  en el transcurso de la historia en los niveles de pensamiento, costumbres y cambios físicos.

·         que relación tiene la temática del  libro con la familia que plantea la sociedad actual.

TERCER MOMENTO: Actividades de postlectura

1.       contextualizar la historia.
2.       Escribe 5 preguntas para realizar un debate en clase
3.       Socializar el ejercicio realizado a nivel grupal.
4.       Realizar la valoracion de la actividad.
5.       Proponer conclusiones.|


LA GALLINA DEGOLLADA
[Cuento. Texto completo]
Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.

—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.

El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.

—¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?

—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.

Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.

Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores.

Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más.

Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba.

—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.

—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:

—De nuestros hijos, ¿me parece?

—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?

—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.

—¿Qué no faltaba más?

—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.

—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.

—Como quieras; pero si quieres decir...

—¡Berta!

—¡Como quieras!

Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.

—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?

—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!

—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!

—¡Qué! ¿Qué dijiste?...

—¡Nada!

—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo...

—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.

—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.

Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.

Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.

De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.

—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.

—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.

—Me parece que te llama—le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.

—¡Bertita!

Nadie respondió.

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

miércoles, 29 de febrero de 2012

DECIMO

ESTUDIANTES DE GRADO DECIMO QUE NECESITAN EL ARTICULO DE SEMIOTICA DE LA IMAGEN.



La semiótica de la imagen.
Antiguamente durante la Grecia clásica los médicos utilizaban los signos que presentaban los enfermos (síntomas) para saber diagnosticar una enfermedad, semeión= signo y logos= discurso, es decir, ciencia semiología médica.
Con el paso del tiempo este término fue adaptándose en las culturas de las distintas civilizaciones como elementos básicos en la comunicación visual.
Disciplinas como la lingüística, la filosofía o la psicología, estudiaron la importancia de los signos en el comportamiento de los receptores, es decir, como lo ven, como lo interpretan y de que manera les influye.
Partiendo de este ligero resumen sobre lo que sería el mensaje de los iconos y su importancia en el lenguaje visual y sin ánimos de aburrir al lector con extensas reflexiones sobre la semiótica y el lenguaje de los signos, analizaremos dos tipos de signos que deberíamos de tener en cuenta a la hora de ponernos delante de una imagen y saber interpretarla.

El Signo Icónico.- Es un tipo de representación que nos permite reconocer  mediante ciertas reglas, de transformación algunos objetos del mundo.

El Signo Plástico.-  Entendemos  como signo plástico justamente a lo que nos permite complementar al icónico, es decir, todos aquellos elementos que nos permiten vestir nuestro mensaje, como pueden ser los marcos, los colores, la misma composición, la forma, la textura etc.
Dentro de los signos plásticos hay dos grupos:

Específicos del mensaje: serían aquellos como el encuadre, la pose o el marco.

No específicos del mensaje: el color, la iluminación, la textura.

Adentrándonos en los no específicos podemos decir que el color tiene unas connotaciones que en su momento Kandisky estableció desde una perspectiva cultural:

El Rojo: Significa Poder. Otras interpretaciones le dan el valor de sufrimiento y dolor
El Azul: Nos atrae hacia el infinito
El Verde: Paz, tranquilidad y por supuesto Esperanza
El Negro: La Muerte y todo de lo que de ella se deriva. En otras Culturas es el blanco el asociado a esto.
El Blanco: Pureza y Alegría

Aunque nos podemos encontrar que culturalmente hay discrepancias sobre el valor de los colores, no las hay en cuanto a las tonalidades de estos:

Cálidos: Son los colores como el ocre, rojo, amarillo y sus distintas mezclas.
Fríos: igual que los anteriores pero partiendo del verde, azul.

De la Iluminación podemos decir que hay dos tipos, Luz Natural y Luz Artificial y en función de estas Difusa o Directa.
Directa sería aquella que nos permite establecer un cierto protagonismo en el objeto que queremos destacar al dotarlo de una mayor iluminación pasando luego en la escena a zonas de sombras y penumbras.
Difusa es aquella que dota de una mayor homogeneidad a la escena no destacando especialmente el objeto principal.

Respecto a la Textura podemos decir que es la propiedad específica de las superficies representadas en el mensaje fotográfico. Dentro de esta, las superficies planas y lisas tienen su interpretación dentro del mundo visual mientras que las rugosas estarían relacionadas con el tacto.

Para finalizar el artículo podemos incluir como signos no específicos las líneas y las formas
Según Martine Joly en “La imagen Fija”, las líneas curvas tienen una significación con lo femenino,  sensual y suavidad. En cambio las líneas rectas tienen connotaciones masculinas y viriles. Las líneas oblicuas ascendentes con los dinamismos y las descendentes con las caídas, las formas cerradas con el encierro y las abiertas con la evasión y el confort, las líneas cortadas y ángulos agudos con  la agresividad y las formas triangulares y piramidales con el establecimiento y el equilibrio.

jueves, 16 de febrero de 2012

centro literario

LICEO COLOMBIA 
CENTRO LITERARIO 2012 
CRITERIOS PARA PRESENTACIÓN

 La presentación artística puede ir enfocada al teatro, grupo o individual (monologo), a la poesía y a la interpretación de música colombiana tradicional y cultural (aprobación del maestro)

1. El tema es libre.
2. Se deben reconocer algunos datos del autor de la obra a representar (país y nombre del autor)
3. Se debe tener en cuenta el vestuario, los elementos escenográficos y la ambientación.
 4. El salón de clase debe estar acorde con la actividad, debe tener un anuncio publicitario que indique el nombre del salón (conmemorando a un autor elegido por los estudiantes) y aclarando la actividad.

 Las fechas para la realización de dicha actividad por grado serán:

QUINTO A LUNES 12 DE MARZO
 QUINTO B JUEVES 15 DE MARZO 
 SEXTO A VIERNES 16 DE MARZO 
 SÉPTIMO A JUEVES 15 DE MARZO